sábado, 28 de julio de 2018

(DES) CONECTADOS


El ser humano creó un nuevo mundo. 
El de la necesidad imperiosa por hacer que la vida sea una gran vidriera: Vender felicidad





Todo lo que hacemos, pensamos y sentimos es exhibido, nos convertimos en propagandistas de nuestra propia intimidad. Esa misma intimidad, que antes iba directo al cofre de los recuerdos, hoy no espera otra cosa que muchos "me gusta" de forma simultánea. Es el "otro" mundo, el paralelo.  

Vayamos a recorrerlo...

Desayunos, tramos hacia el trabajo, almuerzos, capturas de pantalla con música de Youtube o Spotify, con mensajes recibidos o mails, mates recién preparados, oficinas, reuniones, cosas que suceden en la calle, autos, transportes públicos, platos de comida, tazas de té, apuntes de estudio, vasos de cerveza, bailes, fiestas o boliches, lugares visitados, eventos de todo tipo, el baño (y todo lo que se pueda hacer ahí), las series o películas de Netflix, libros leídos o por leer, habitaciones, camas o sillones, mascotas de todo tipo, momentos de relajación... Hasta los minutos previos al descanso nocturno, en pijama para ganar credibilidad. Las 24 horas, pendientes de la gran vidriera. Ni hablar de los viajes, los países visitados, los aviones despegando, las montañas, ríos o mares; las reuniones familiares, la torta de cumpleaños con la bengala prendida. Todo lo cotidiano, lo transitable, la experiencia de cada ser humano, es "compartida" en el preciso instante que sucede. Es una dependencia constante y evidente, ya sea para revelar secretos íntimos como para ser testigos de los ajenos. Todo esto es llevado a esa realidad paralela llamada "nube". Pero pongamos en jaque ese falso concepto de "compartir" vivencias:

En una charla de café, de la mesa de cualquier bar, ¿Por qué vale más la clave del wi-fi que el contacto directo a los ojos?

En un concierto musical o un partido de fútbol, ¿Por qué no se ven las sombras de la silueta de las cabezas y se ven pantallas de celulares en las tribunas?

En las salas de espera, ¿Por qué ya nadie se queja de las revistas viejas?

En la parada del colectivo, ¿Por qué hay personas que lo pierden?

En la señal verde del semáforo, ¿Por qué tardan un poco más en arrancar los autos?

En los aeropuertos, ¿Por qué hay tantos enchufes?

En las peatonales céntricas, ¿Por qué se choca la gente entre sí?

En la vida misma, ¿Por qué estamos tan apurados? Debe ser por la era de la inmediatez, donde la ansiedad por recibir un mensaje como respuesta nace antes que se envíe el mismo mensaje. Es la época donde un "cartelito" con una frase reflexiva es utilizado para llamar la atención, nos sirve para hacerles saber a los demás lo que pensamos o sentimos pero en ese escondite, sin decirlo directamente a esa persona. Dicho de otra manera, "compartimos" un mensaje subliminal.

Recuerdo que las fotos de las vacaciones las podía ver varios días posteriores al regreso, cuando mamá y papá las "revelaban". ¡Esa mágica sensación de sorpresa! Por reencontrarnos con los recuerdos de los momentos vividos enmarcados en un álbum de fotos, la diversión que significaba pegarle stickers con frases alusivas. Esas vacaciones eran mías, solo mías y de mi familia. No era egoísmo, al contrario, era disfrutar plenamente de las cosas. Estoy seguro que la sociedad no estaba desesperada por "no tener noticias" de mi familia, por no saber dónde estábamos vacacionando. ¿Por qué hoy en día no pasa eso? ¿Por qué la urgencia de la publicidad inmediata le ganó al placer duradero?

Puedo "subir" a la red social la foto del postre que estoy por comer, pero ¿Y el sabor? 

Si les muestro un breve video en el preciso instante que llego a la cima de una montaña, ¿Sentirán la caricia del viento sobre el rostro?

Incluso en este mismo texto, publicado en este mundo virtual, que ustedes están leyendo y tal vez pensando "¡Qué largo es, como pierdo el tiempo!", ¿Alguien puede sentir la sensación de liberación que tengo yo en este momento? Estoy seguro que no, nadie podrá hacerlo jamás. Porque forma parte del mundo real, ese que me conecta verdaderamente con las cosas que siento y no con las apariencias. 



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