martes, 13 de junio de 2017

¿QUÉ HACEMOS CON LAS PALABRAS?

Hoy es 13 de junio. Se conmemora el Día del Escritor. El festejo no es casual y se debe a que esta misma fecha, pero de 1874, nació Leopoldo Lugones en Villa María del Río Seco, en Córdoba. Lugones fundó la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) que, luego del suicidio del poeta, estableció el día de su natalicio como el Día del Escritor.


Pensar en la escritura, trae la siguiente reflexión sobre el valor de las palabras. Tan desprotegidas. A veces tan mal gastadas y maltratadas. ¿Qué hacemos con las palabras? O mejor dicho, ¿qué le hacemos?

En momentos donde la comunicación nos abre puertas y ventanas, en realidad nos encerramos con la excusa de conectarnos con el mundo. Escribir sin faltar el respeto a las palabras es una actitud tan revolucionaria en esta época, que puede salvarnos de tanto, con algo tan simple, tan sano. Nada más benigno que jugar con las palabras, con sus formas, con sus estilos, sus efectos y significados. Y surge así la pregunta: ¿Somos los verdaderos dueños de ellas? ¿O será que su fuerza puede más? El impacto de las palabras hace libres a los hombres. La mente despliega sus alas y en las alturas va buscando un universo tan lleno de ellas, que otorga poder a quien las encuentra. ¡Cuán poderosos aquellos que se glorifiquen con las palabras! Y en esa gloria atribuida, debería marchar en crecimiento nuestra valentía de ir valorando su esencia. Así, repletos en bizarría, nos sentiríamos dichosos de llamarnos partícipes del proceso. Saber elegir las palabras es humanamente sencillo, racionalmente complejo e instintivamente lógico. El motor de las ideas está en nuestro interior. No somos dueños de ellas, sí soberanos.

El mundo de las palabras encierra paradojas todo el tiempo. No deja de sorprendernos.
Por ejemplo, “inefable” es algo tan increíble que no se puede explicar con palabras. Que maravilloso es el lenguaje, que una palabra tan bonita, tan potente y rica como “inefable” signifique eso en el diccionario.



El significado poético de la palabra “etéreo” es algo referido al cielo, por eso es tan incorpóreo, impalpable, algo fuera de este mundo, como las palabras mismas.



Nada ni nadie pueden encuadrarlas. Ni mucho menos encuadrarnos. No somos reglas. Jugamos con ellas, como ellas lo hacen con nosotros. Nos son útiles, vitales, purificadoras y esclarecedoras. Vinieron a nosotros para mostrarnos el camino, para hacernos ver el mundo. Por eso hoy, un 13 de junio, en honor al arte de escribir, rindamos homenaje a ellas. ¡Feliz día, palabras!

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