sábado, 20 de mayo de 2017

Democracia y Libertad

¿Sabrán todas estas personas, corriendo y trotando alrededor de la plaza, que muy cerca de aquí funcionó un lugar siniestro?, ¿sabrán las madres de esos niños, bajando y subiendo de la hamaca, que hubo una época en la que el terror, el miedo y el silencio reinaban en este barrio? Y en aquel tiempo, los niños no eran felices, no en este barrio…

Los adoquines que dibujan el marco de las calles son los mismos que guardaron oscuros secretos, miradas opacadas, voces censuradas y macabros hallazgos; de la cruda verdad, la triste realidad que se vivía aquellos días y noches. Parece que, con el correr de los años, las piedras levantaron (literalmente) esta plaza otorgándole otro aspecto: Lucen brillantes sus juegos, los árboles son inmensos, los banquitos tiesos y desde cada esquina la apariencia guarda su belleza distintiva. En el centro, como flecha de Cupido clavada en el mismísimo corazón, el mástil sostiene la bandera Argentina, el celeste y blanco que alguna vez se manchó de rojo sangre, hoy luce radiante por el sol sonriente. La calesita se presenta imponente dentro de su jaula de rejas blancas oxidadas, baila una danza alegre que olvidó la amargura de los años transcurridos pero no se priva de recibir a cuantos niños lleguen.  

La plaza se encuentra en el partido de Lomas de Zamora, en la manzana encuadrada entre las calles Laprida (su principal) y Gorriti, Posadas y Luis Beltrán, las dos últimas, calles empedradas que rebotan las ruedas de los autos: hoy son lujosos y algunos hasta importados, antes llevaban una marca, Ford Falcon.  En la esquina de Laprida y Tucumán se encuentra la placa que dice “Plaza Dr. Raúl Alfonsín”, este nombre significa la unión del pasado con el presente gracias a la marca ineludible de la Democracia como fuente de un valor principal: La libertad. Ese derecho primordial del hombre que los inhumanos pretéritos se encargaron de arrebatar, a pocas cuadras de aquí, en un sitio llamado “El Pozo”. No está lejos, con solo continuar el recorrido de la calle Laprida hasta toparse con el “Camino Negro” se llega a la intersección de las calles Siciliano y Vernet, de la ciudad de Banfield.

Antiguamente, funcionaba un centro de detención clandestino, en un edificio de tres plantas, con unos 25 metros de frente por 20 de fondo, que en su planta baja tenía la oficina del Jefe y sala de torturas, en el primer piso, calabozos, oficinas, comedor y casino de personal, y en el segundo, más calabozos y un baño. Allí, un total de 309 personas sufrieron el peor calvario, privadas de su libertad sin ver la luz del sol ni escuchar la risa de los niños, como lo harían en la plaza que tan lejana e inaccesible parecía. Entre los prisioneros, había cuatro mujeres que dieron a luz, cuyos hijos continúan sin ser identificados. Los jóvenes, estudiantes y soñadores de un futuro, perdieron sus lápices en la noche trágica del 16 de septiembre de 1976, esos mismos que podrían escribir bellas historias o dibujar hermosos paisajes, pero que en aquella espesa nocturnidad cayeron en ese pozo maldito. Así fue que los lápices se disiparon en el humo, sus trazos fueron borrados por otras manos, pero sus ideales siguen vigentes.

Por eso esta plaza tiene el nombre de un hombre, para darle un rostro al inicio de una nueva era donde los toboganes solo deslizan esperanza, la juventud encuentra en el pasto a un aliado para el mate, la calesita gira incansable al ritmo de la algarabía y donde los niños corren libres.

Entonces, con más razón los vecinos seguiremos llamándola por su verdadero nombre, la “Placita Libertad”.



Compartir:

0 comentarios:

Publicar un comentario