martes, 30 de mayo de 2017

¿Seguimos leyendo?

Leer es leer... ¿Aunque se escriba distinto? ¿Seguimos leyendo realmente?
¿Aunque, para expresar una idea, el "neolenguaje" nos demande adecuación al limitado campo de los caracteres contados? ¿Cuándo pasó que las letras se convirtieron en "algoritmos"?

Leer un libro, leer un Twitter: ¿Es lo mismo? Al reconocible aspecto morfológico que evidencia los soportes materiales o técnicos entre uno y otro (al libro lo sostiene el papel, al "tuit" lo digital) hay que sumarle el hábito de lectura que esto conlleva. Ahí está la clave. Ya no se escribe para lectores, se publica para usuarios. Comprender esto alcanza para asumir los cambios en los modos de lectura por parte de las personas, pero fundamentalmente en quienes escriben.

Un aspecto central emerge de esta cuestión, aquello que Julián Gallo menciona como "la era de la atención". Vivimos en tiempos donde la inmediatez nos dice constantemente cuán rápido deberíamos ver las cosas, enterarnos las cosas, leer artículos, reflexionar los hechos. Hoy, todo está al alcance de la mano o, mejor dicho, del dedo.  (Recomendable: Leer La era de la atención )
Sumado a eso, la supremacía de la imagen reinante sobre la desvalorización de la palabra, convierte todo aquello por expresar en contenido superfluo, en algo "vacío" de contenido, un sinsentido de publicaciones. ¿Cuándo nos detuvimos unos minutos a dedicarle la profundidad necesaria a la lectura de un artículo?

El bombardeo permanente de meta-información nos transforma en receptores digitalizados cada vez más preparados. Con esto se refuerza la idea de (des) atención, ya que por estar "a priori" preparados, entonces nada sorprende. Las palabras se repiten, las historias se comparten, se copia y se pega (con la facilidad del "Ctrl+C / Ctrl+V" y ese hurto inocente perdonado). Y así, casi sin leer, ya no se redacta.

¿Cuál es la practica de lectura habitual?

Es sabido que un libro carga consigo la tinta de lo impreso, el aroma del papel, el arte de una tapa, la tipografía y la edición previa de sus textos. Ahora, ¿eso nos sigue atrapando como antes? Sin embargo, al intentar responder este interrogante se desprende otra pregunta, que deviene de una disyuntiva: ¿Leemos como antes? Y a la hora de escribir, de pensar los textos, ya sea literarios o periodísticos, ¿escribimos para ser leídos?


Estamos atravesando una era sumamente novedosa, llena de incertidumbre que sirve para el replanteo de muchas aristas importantes, proveedoras del carácter cultural de una sociedad. Como se anticipó y predijo el profesor Herbert Simon en 1971, la abundancia de información ha creado una "pobreza" de atención, la comunicación humana deberá barajar nuevas cartas y repensar el modelo. ¿Seguiremos pujando por renacer lectores o mutaremos las palabras para captar desatentos?

Queda camino por recorrer, la única certeza es que alguien está leyendo. Y mientras hayan ojos para ver, códigos lingüísticos para descifrar y frases para inculcar en profundidad, la cuestión del tiempo efímero, apresurado, inmediato, irá perdiendo peso. Porque si tenemos 5 minutos, podemos leer esto y mucho más.





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